Patrimonio Mundial
Los Monasterios de Suso y Yuso de San Millán de la Cogolla fueron declarados en 1997 Patrimonio de la Humanidad. Este galardón viene avalado tanto por razones históricas, artísticas y religiosas, como por razones lingüísticas y literarias. Sin duda, estas últimas han forjado la personalidad histórica de esta tierra como «cuna» de un hecho trascendente: la importancia universal del idioma que entre los muros de Suso dio sus primeros balbuceos. Ninguna otra lengua conocida, de extensión e importancia comparables a la española, puede ser atribuida y asociada a un monumento y entorno natural tan singularizado y concreto como San Millán.
En San Millán de la Cogolla confluyen una serie de valores artísticos, culturales e históricos que lo hacen único. Sus dos monasterios, el de Suso o «el de arriba» y el de Yuso o «el de abajo», situados en un enclave paisajístico verdaderamente impresionante, integran un conjunto monumental de gran importancia y trascendencia.
En este marco surgió el primer ejemplo histórico de la lengua española: el primer pasaje de prosa continua, una muestra de un sistema lingüístico, perfecto en sí mismo, en razón de su utilidad comunicativa, alejado ya de los esquemas latinos, con independencia lingüística consciente. Y en este mismo marco, solo algunos siglos más tarde, escribió sus versos Gonzalo de Berceo, el primer poeta de nombre conocido de nuestra literatura.
Pero San Millán es mucho más que un conjunto arquitectónico singular, más que unas glosas en romance, más que el lugar en que desarrolló su vocación y escribió Berceo. El verdadero tesoro que encierran estos Monasterios, lo que han dado al mundo y les ha hecho merecer el reconocimiento de la comunidad internacional a través de su declaración como Patrimonio de la Humanidad por parte de la UNESCO es, precisamente, un patrimonio lingüístico.
La Lengua española es el medio de expresión, fluido y en incesante cambio, de una comunidad con fuerte energía social; el vehículo de convivencia y entendimiento y el vínculo de unión de todos los pueblos del mundo hispánico. De todo el devenir de la historia de nuestras naciones, el idioma sigue evidenciándose como el logro más estable, sólido, creativo y rentable, lo que supone nuestra mayor riqueza. La Lengua española representa un valor universal excepcional, en tanto que, con el concurso de todos los que la usamos, se constituye en el eje fundamental y distintivo de una de las principales comunidades del mundo, con cerca de 400 millones de hablantes.
De ahí que esta Comunidad Autónoma de La Rioja entendiera siempre que la designación de la UNESCO no debía ser solo un orgullo para la región, sino para toda esa inmensa comunidad que habla y piensa en español.
Pero si los riojanos no nos sentimos ni dueños ni propietarios de nada y mucho menos de la lengua, de la que somos los españoles copropietarios con nuestros hermanos de allende los mares, sí que nos hemos sentido responsables de tan simbólico legado histórico y lo hemos querido hacer antes y después de la Declaración como Bien Cultural de Interés Mundial que nos fue concedida el 4 de diciembre de 1997. Si San Millán constituyó el germen de una más que sobresaliente vida cultural mediante el acopio, selección y difusión de textos por parte de sus escribas e hicieron que La Rioja tuviera gran vitalismo en este sentido y que fuera en la Edad Media un núcleo creador y difusor de cultura de primer orden, quiere hoy seguir siendo un centro cultural y de visita de valor universal, donde se sigue manteniendo y promoviendo la vida monacal, académica y turística.
La misma universalidad que caracteriza al español, la lengua de una comunidad de pueblos con fuerte energía social que se expresa también mediante variedades que le son propias y contribuyen a crear su identidad. Esta diversidad es justamente signo de unidad; pues gracias a esa pluralidad lingüística, el español es una lengua universal. Sin perder el fecundo contraste de las lenguas y culturas de las dos orillas del Atlántico, el español es una lengua para todos. Además, el español se ha ido elaborando mediante el contacto entre las diversas modalidades peninsulares y americanas. Es muy significativo que sea precisamente en el Códice 60, en el que se recogen las Glosas Emilianenses, donde aparecen por primera vez, en armoniosa compañía, las primeras frases escritas en vascuence y las más antiguas expresiones del todavía balbuciente español.